viernes, 11 de abril de 2008

tribus urbanas y su rechazo social

Dicen por ahí que la cultura no se crea ni se destruye, sólo se transforma, a lo largo de diversas épocas se han visto movimientos sociales con diferentes causas e ideologías, sea por moda o imitación los jóvenes se caracterizan por imponer pautas y estilos de vida que los diferencie de los demás.

Quizá sea por esto, que surgen las denominadas “tribus urbanas,” que no son más que sub culturas surgidas en urbes y grandes ciudades, según Ethan Watters una tribu urbana es: sin importar la edad, un grupo de personas solteras con intereses comunes que disfrutan de un mismo estilo de vida urbano.

Se puede decir entonces que una tribu de tipo urbana es, la que se conforma mayormente por jóvenes que comparten ideales, estilos de vida y gustos por igual, caracterizadas por pretender separarse de la sociedad. Es en el libro “El tiempo de las tribus” de Michel Maffesoli, donde se utiliza por primera vez el neologismo de tribu urbana, allá por el año de 1990.

Durante la adolescencia los jóvenes buscan una identidad, podría ser ésta la principal razón del porque surgen este tipo de movimientos, al encontrar personas que comparten sus gustos y preferencias, que van desde el tipo de música, la forma de vestir, la manera de percibir la vida misma y la aceptación entre ellos, dicha identificación se concreta y se fortalece una nueva manifestación simbólica y meramente de moda.

Para la sociedad en general una tribu de esta índole es juzgada y perseguida, debido a que en apariencia y por la forma de vivir, es decir al ser diferentes no existe una identificación en común y se recurre a la persecución.

En su momento los Hippies y los Punks protagonizaron este tipo de persecuciones, quizá la época de cada uno correspondía al enjuiciamiento colectivo, eran los años 60 y 80 por su parte, y la sociedad parecía más hermética en temas de rebeldía juvenil.

Hoy día uno de estos temas encabeza principalmente portales de internet, al igual que periódicos y noticieros de televisión, y ya no son esas décadas pasadas, se trata del siglo XXI, el 2008, y tristemente se nota una inmadurez y falta de respeto por la sociedad ante una tribu urbana popular entre los jóvenes de estos días, los tan satanizados Emos.

EL DAVID

La cooperativa de mercaderes de la lana de Florencia, encargó a Miguel Ángel en el año de 1501, una escultura para la catedral del mismo país, éste artista se distinguió siempre por realizar trabajos brillantes, pero desde que se le encomendó la realización de esta obra, algo mágico rodaría la construcción de la misma.

El día en que el mármol, material del que está hecha la obra, le fue entregado, no fue escogido por Miguel Ángel como siempre lo hacia sino que eran las sobras abandonadas de otro artista hace 40 años.

Miguel pasa horas enteras para poder concebir en su cabeza la forma y la proyección que su obra debía tener, pero no se le concretaba nada, pensaba en hacer un guerrero que impactara por la fuerza en su mirada, pensó también en un ángel y así mismo llevaría plasmado algo de él en su creación, pero no, nada parecía satisfacerle.

Un sueño que tuvo la noche anterior que empezara a moldear el mármol, le dio la señal de lo que debía hacer, recordó su obsesión de adolescencia por ser un hombre apuesto, pues no era muy perseguido ni las miradas se iban sobre si, se soñó hermoso, hombre y mujeres caían rendidos a sus pies para saciar todos sus placeres, alto, con un cuerpo formado, medidas que coincidían plenamente en la idea del hombre perfecto.

Al despertar tenía clara cual era su misión en el diseño de la obra, 409 cm de altura, esa fue la medida final, cada vez que David tallaba el mármol no dejaba de pensar, quería que las personas no dejaran de ver a ese hombre que el crearía.

Desnudo, con la mirada hacia la izquierda una señal del desprecio ante la gente fea, con los muslos perfectamente diseñados, comenzó a darle forma al ser de piedra, de repente se puso a meditar sobre el tamaño del miembro, pues si su intención era impactar ese punto era de vital importancia, la decisión fue bastante difícil, pues nada tonto dijo que sería aún más controversial, si el hombre de cuerpo perfecto tuviese en pene pequeño, su soberbia le indicaba que él podría sobre pasar aquél mito del tamaño, además que se ajustaba correctamente a las limitantes de la iglesia.

Lo nombró David, él cual era una idea sacada de la historia David y Goliat el escaparte ideal para que miguel Ángel plasmara su pasión y frustración de belleza, pues es un David bastante llamativo y la piedra que es el arma con la cual derrotó a Goliat parece estar muy olvidada tras la mano de esta escultura.

jueves, 13 de marzo de 2008

FIESTAQ CON LA MUERTE

La emoción por preparar la fiesta del día de muertos me invadía cada vez más, papá y mamá ya habían accedido a que se realizara en la casa, eso era algo que me daba mucho gusto, ya que así podía disfrutar de ella, de lo contrario de ser en otro lugar, no hubiera podido asistir.
Un miércoles por la mañana, mi padre llegó con un albañil. En mi casa, el proyecto de construir unos departamentos ha estado en pie desde hace unos años, noté con singular gusto la presencia de ese albañil en mi padre y mi mamá, después supe que esa persona fue quien construyó mi casa hace unos 18 años, papá se lo había encontrado casualmente por la calle, le contó del proyecto y naturalmente el señor aceptó empezar a limpiar la zona a construir.
La hora en que acostumbraba salir de casa para ir a la prepa, siempre era como a la una y media de la tarde, ese viernes tenía planeado salir desde las once, debido a que tenía que ir al centro a buscar las invitaciones para mi fiesta, tocaron a la puerta, dije a mi madre que yo abriría para después salir y hacer mis cosas.
Era el albañil quien tocaba, le saludé y recuerdo que me pidió un vaso con agua, no es que me molestara esa petición, pero tuve que regresar a dárselo. Me fui y complacido compré las invitaciones, esa tarde cuando llegué a la escuela, mi mejor amiga me dijo: “qué pasó en tu calle” a lo que no supe que contestar y le pregunté: “por qué” ella contestó que habían muchos policías, la cruz roja y mucha gente en mi calle, pensé en decirle que tal vez se trataba del vecino narco que fue muchos años mi vecino, a quien posiblemente lo habían cateado esa mañana, pues al salir de mi casa todo estaba, normal. Transcurrieron las horas y por la tarde recibí una llamada de mi hermana que ese año vivía fuera de la ciudad, me decía algo que me costaba trabajo entender, pues lo primero que m preguntó fue cómo se encontraba mi madre, y le dije con una respuesta tonta: bien, por qué le devolví la pregunta, “es que alguien murió en la casa y creo que se llevaron detenido a papá”, la noticia me heló el cuerpo, mi madre estuvo presente en ese momento en mi cabeza y recordé lo que me había dicho horas antes mi amiga.
Después de colgar, me dirigí a mi casa como loco, caminé muy a prisa, ya que la escuela donde estudié no esta lejos de mi casa y como es típico cuando tienes prisa el autobús jamás pasó, al llegar a la esquina de mi calle, una señora que vendía cena, me vio con una mirada que me resultaba penetrante, cuando llegué a la puerta de la entrada, pude ver que un árbol muy grande que teníamos en el jardín estaba podado, en verdad se respiraba un olor diferente, un olor a angustia mi casa y la vibra no se sentía igual.
Entré y vi sentada a mi madre en el sillón con una mirada pérdida y llorando, al verme no dudó en abrazarme y contarme lo sucedido, me decía: “se murió”, “el señor se murió”, no comprendí lo que me dijo, quién se murió mamá le pregunté, resulta que el albañil murió trágicamente al cortar el árbol de mi casa, pues según la descripción de mi mamá, el señor salió en busca de un chalan, a la central de abasto, regresó y se dispusieron a cortar el pirú casi estaba por terminar cuando se percató que un panal de abejas estaba en la rama que faltaba por cortar, le pidió a su ayudante que le pasara algo para arrancar el panal y él se dispuso a darle una varilla misma que le causó morir electrocutado.
Debido al magnetismo y cercanía que el panal tenía con los cables de luz la varilla se impactó con ellos haciendo una descarga la cual el albañil recibió íntegramente, lo que le ocasionó una muerte instantánea, mamá me dijo que cuando salió a ver lo que sucedía ya que el ayudante gritaba, que el “maestro” se estaba quemando” pudo ver el cuerpo inerte sacando humo y tronando como carne en aceite hirviendo.
Posteriormente llegó la policía, los peritos, ambulancias y demás, efectivamente amenazaban con llevarse detenido a mi padre, pero afortunadamente eso no sucedió, los días posteriores a la muerte, mientras mis padres iban a la delegación a dar las declaraciones necesarias, yo me quedaba en casa, recuerdo bien la tercera noche, encendí todas las luces de la sala, prendí el estéreo y puse un disco, lo cual no debí hacer la sugestión me invadía y sentí claramente como a través del sonido de la música empezaba a escuchar el lamento del señor, mis ojos no dejaban de ver las luces del aparato y quise inmediatamente pararme y apagarlo, pero algo hacia que mis piernas no tuvieran la capacidad de moverse.
Sabía que era producto de mi imaginación, pero todas las noches la oscuridad y el silencio se apoderaban de mi creía verlo recargado en las sombras de mi casa y su cara, si su cara era algo que estaba en mi mente, no podía olvidar las fotografías que el periódico mostró, verlo con sangre quemada por la cara y el cuerpo y ese agujero en el costado por donde salió la electricidad, no salía a mi jardín para nada, ni de día, de hecho sólo mi padre lo hacía para darnos valor y demostrar que lo ocurrido no era más que un accidente.
Se realizó la misa a los pocos días, la madre del señor lloraba desconsolada al pie del árbol, todos los presentes vimos ese acto que desgarraba a cualquiera, la gente que acudió a la misa celebrada en el jardín de mi casa, contó algo que para ser honestos a mi me resulta difícil de creer, resulta que el día que murió el señor, fue visto por una señora que se encontraba presente en mi casa, portando las cuerdas que utilizaría para amarrar el árbol en el autobús de su pueblo, la señora contaba que él la ayudó a subir sus cosas al camión, eso no era posible, esas cuerdas él no las podía llevar, debido a que él buscó a mi padre al llegar a la ciudad, según mi papá él le pidió dinero para comprar unas cuerdas que ocuparía, otra de las personas en la mesa dijo también, que se fue con él en el taxi colectivo y no le vio ninguna cuerda, el caso es que fue visto por dos personas el mismo día y a la misma hora, lo cual es imposible, pero ellas no tenían porque mentir con algo así, la gente dijo que “ya le tocaba morir”, realicé la fiesta, ya sin ganas, las críticas de mi casa no se hicieron esperar, pero creo que papá me apoyó para darle un aire diferente a esas semanas tan tensas, ya que el suceso ocurrió un 15 de octubre y el 31 del mismo, estaba una banda de rock y mis amigos en el jardín donde murió una persona, francamente los de la fiesta disfrutaban el hecho, ya que adornaba la atmosfera de la ocasión.
En el mes de diciembre de ese año, mi madre estaba a gripada, y se acostó temprano una noche, por la madrugada, se despertó y recordaba el suceso, pues ella lo vivió en carne propia, más allá de mi padre y de mi, ella pudo ver el cadáver de un hombre que sólo hacía su trabajo, un cuerpo muerto y crujiendo por electricidad, no sé si fue producto de su imaginación pero escuchó perfectamente machetazos que golpeaban las ramas del árbol, primero uno, luego otro y la tercera que fue más fuerte le indicaban que esa alma está ahí presente.

sábado, 1 de marzo de 2008

El corazón delator*
Edgar Allan Poe

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!

FIN

jueves, 28 de febrero de 2008

el bomboncitooo

Parecía un día como cualquier otro, así de esos que parecen ser sin chiste, por la mañana se escuchaban los gritos tradicionales de su madre, diciéndole como desesperada: “qué te apures, porque no tengo tu tiempo”, y es que casi siempre, para no decir que a diario, se le hacia tarde para irse a la escuela. Pero, curiosamente ya se encontraba, con los polvos en las mejillas y una prenda interior que le permitía ventilarse libremente.

Al quince para las ocho, corría como loca para alcanzar a la chatarra andante de autobús, que no era el que la lleva a la escuela, sino que este día, ella iba a un encuentro con su amado.

Nerviosa, pero muy tranquila abordó la unidad para llegar a las orillas de la ciudad, pues el rinconcito del amor, estaba bastante distante de su casa; sentía como si la gente del bús, supiera a donde se dirigía, ella iba parada, cuando al pasar por un enorme bache se le movió hasta la tanga y por los aires volaron los condones y el paquetito de lubricante, ahí si que sintió mucha pena, y es que las armas para el acto fueron visibles a la vista de la señora, que iba sentada delante, los ojos de esta chica se abrieron cual boca al besar a su chico, sólo que no son las mismas aberturas.

Por fin llegó al lugar, y Pancho ya la esperaba con notoria desesperación, no acababa de llegar a él, cuando a éste se le iluminó la cara del gusto, “ya estoy aquí chocolatito” dijo ella con una dulzura empalagante, “ya te veo, mi bomboncito redondo” respondió el Pancho.

Con los nervios por delante el Pancho preguntó, con rodeos y vueltas. Cuánto costaba la habitación, buscando en la cartera una y otra vez dinero, y encontrándolo en una bolsa del pantalón lograron entrar al hotel, ya en la recamara, la cosa fue re chusca, pues después de los apasionados besos, cargados con sensualidad desmedida, es decir, unas embarradas de lengua bien prolongadas, pancho como que se vio inexperto para aflojar el sostén, pues por más que le jalaba y jalaba nada más no se desabrochaba.

Pero ella no se quedo a tras, después de algunos minutos, le tocó colocar el plástico en él, cuándo lo iba a destapar perecía, que destapaba los chicles sabor plátano que se mascaba todos los días, pero al fin logró sacar el preservativo, a sopladas pudo encontrarle la puntita y sintió un alivio especial.

La parte que por razones de integra discreción aquí se reservan, se dejara de lado, para finalizar diciendo, que ese día fue especial, para esta pareja de enamorados, que se quedaron dormidos, y al despertar ella sólo dijo: en la madre, mi mamá me va a matar.

sábado, 16 de febrero de 2008

EL PODER DE LOS SENOS (recargada)

La historia que tristemente aquí se cuenta, es real, trata de voltear la mirada en dirección a eso que se ha dejado de cuestionar, lo material que este mundo se está volviendo cada día, pues vamos a contar la historia de un pobre diablo, que soñó ser contratado para ser conductor de tv.

Con la sonrisa menos finjida que tiene, se dispuso a ir a lo que se le llama “casting”, dicho evento se realizó en su universidad, nervioso, pero tranquilo por saber que nadie lo conoce, y a nadie conoce, Mariano pudo verse, conduciendo el próximo programa de televisión, pero no fue así, no.

Dos escotes que dejaban asomar la redondes de los senos, de dos chicas del casting, fueron las razones que lo colocan en esta historia, y es que si, “cómo puede ser posible que a personas sin talento les abran la puerta”, eso es lo que se preguntaba con notorio sufrir, pobre Mariano, ensañó sus diálogos, se peinó y puso mucho cuidado en no tartamudear, pues los directivos del canal lo rechazarían, volviendo a los escotes, las señoritas lo hicieron más o menos, como lo dijo el público asistente, eran aproximadamente las 2 de la tarde, cuando terminó la selección de conductores estrella, para el canal tan visto y tan importante de esta nuestra ciudad, contento y satisfecho continuó su día no dejaba de pensar en ser elegido, por la noche se emocionó tanto que ya quería saber los resultados.

Fueron dos días los que esperó, firme y con una enorme sonrisa se dirigió a los directivos, ¡ay! no sabía lo que le esperaba, tanto soñar con verse en televisión, para que a tan sólo instantes de saber los resultados del casting, dicho sueño se derrumbara, pues al enterarse que las chicas sexys del evento, serían las elegidas por la televisora para ser la nuevas conductoras y también un chico, pero él no, le sacó hasta las lágrimas, y eso que se dice que no llora, ¿no llora?, si por poco y se muere al enterarse de la decisión, y si logró aguantar las ganas de llorar, fue porque estaba en clase, no comprendió porque una televisora cultural se dejó guiar por el poder de los senos de esas lindas, talentosas y simpáticas señoritas.

viernes, 15 de febrero de 2008

CINCO DIAS POR LA RIVIERA MAYA

CINCO DÍAS POR LA RIVIERA MAYA

Corrían los primeros días del 2005, las tareas y la recta final del tercer semestre en el CBTis hacían que no se disfrutaran al máximo las vacaciones decembrinas, en aquéllos días, recuerdo que colaboraba con una amiga en la agencia de viajes Chimalli.
Otra buena amiga de esos años de prepa es Adriana, con la cual había tenido una mayor cercanía debido a los trabajos finales, su cumpleaños es el 20 de enero y se planeaba una fiesta para celebrarla. Era sábado lo recuerdo bien, cuando Rocío la amiga de la agencia me llama por teléfono y me avisa de un viaje a la Riviera Maya a un costo verdaderamente bajo, me dijo que le sobraban dos lugares pues la escuela que contrató el viaje canceló la ida de dos alumnos, naturalmente me emocione pues tenía vacaciones y sabía que una oportunidad así no debía dejarla pasar, entonces pensé en invitar a Adriana, la llamada que le hice fue chistosa, pues me contestó su mamá y mi amiga estaba dormida, le conté a su madre del viaje y escuché como la despertó a gritos y a prisa pues era una noticia importante.
la señora le planteó a mi amiga como estaba el viaje y que tendríamos que salir a las 6 de la tarde del Llano le dije que me avisara en unas horas pero que se diera prisa, no tardó ni dos horas en confirmarme su ida, y así nos quedamos de ver en mi casa.
La experiencia fue genial pues nunca había ido a Cancún y mucho menos había salido sin mis papás, así que ya imaginaran lo divertido y lo agradable que pasé esos cinco días.

desde los primeros momentos en el autobus sabía que sería muy diferente, pues esta amiga tenía un gusto por fumar hierba, y se metió al baño del autobús y cuando regreso venia oliendo, me quede anonadado pues yo en aquel tiempo era menor y pues me consideraba "que estaba chavo2 como coloquialmente se dice cuando uno está verde para unas cosas.
llegamos primeramente a cancún, la experiencia que sentí cuando vi la piramide de chichen itza fue increible, pues era de noche cuando arribamos a la carretera, desconocía acerca del espectáculo nocturno de esa área arqueológica, pues iluminan las piramides recuerdo que le dije" ya viste ese antro" "están a años luz de nosotros" ella dijo "siiii" y resulta que no era antro sino la piramide....

de ahí nos fuimos a la playa al día siguiente, en especial a XEL-HA verdaderamente un paraiso, nos sentiamos soñados pues la entrada costaba 57 dólares, pero te ponen un brazalete con accseso a todo, desde helados, bar y restaurantes, Adriana y yo queriamos tener un estómago enorme para probar de todo, pues sólo era un día y comimos muchas delicias y probamos unos cócteles muy raros, y muy "nice", el siguiente día viajamos a chiapas, en especifico a palenque, por cierto un lugar hermoso, lo más curioso de ahí fue a ver visto a un fantasma en el zoologico "Zoomat", pues ví que una persona vestida de blanco iba delante de nosotros, lo cual no era extraño sino hasta llegar al final y ver a los demás del viaje les pregunté si vieron salir a dicha persona, y contestaron que no, y obvio que no salió por ningún otro lado, aquella noche fuimos a un bar de regge y fue tan divertido, mi amiga se fue con un chico y llego temprano al hotel; así transcurrieron esos días hasta regresar a oaxaca.